sábado, 16 de octubre de 2010

Un payaso ruso...








…Coloca el saco en el perchero y luego el sombrero, estira el saco y lo acomoda, le quita el polvo mecánicamente, para hacerlo mejor mete su mano en el traje, cuando observa la palma de su mano cambia la música, mira la palma de su propia mano como si fuera de otro, extrañado, con la boca abierta, mira hacia el sombrero y no hay nadie, parece tener un poco de miedo y precaución a lo que le fuera a hacer la mano; la mano (ya que desde que la introduce en el traje pasa a ser “la” mano y no “su” mano) le gira el rostro para que mire el rostro que no tiene, solo hay un sombrero, pero él sonríe con una alegría nostálgica, él sabe que no hay ahí nadie más que él, cuando digo él me refiero al payaso y no al actor, y cuando digo ahí me refiero al escenario y no al teatro, pero a su vez él no está, el payaso mira el rostro que no tiene el traje y sonríe, es partícipe de que se está engañando, es consciente del juego y las reglas a las que se somete, él podría sonreír de otra forma, como si mirara un rostro y se sonrieran mutuamente, pero no sonríe así, lo hace apenas, casi como si no sonriera, le muestra el cepillo, ¿a quién?, ¿a nadie?, mostrar el cepillo es un “mira estoy haciendo esto”, la mano le quita el cepillo y lo acicala, él cierra los ojos, se desvanece alejándose un poco del traje, e inmediatamente abraza al cuerpo que no tiene esa mano que lo acicala, como si fuera alguien más, lo reconoce y se reconoce, creo que esta actuación me atrae porque él parece no querer convencer al espectador de su engaño, sino que él quiere creer en su engaño, pero no como un deseo, diría que resignado de que su deseo no se va cumplir, me da la impresión de que es un movimiento infinito donde él quiere hacer creer que desea caer en su engaño, en un engaño en el que ya aceptó que no puede caer, por más que quiera. Es uno y otro y nadie en un solo instante. La mano deja de acicalarlo y suelta el cepillo y lo abraza por unos segundos, sube sus dedos hasta el hombro del traje, el traje es más grande que él, la cámara no me ha permitido ver la escena en un plano completo, la mano deja de abrazarlo para darle una carta, como no puede meter la carta en el bolsillo, él abre los ojos y la ayuda, la mano lo ayuda con su traje, él quita la carta de la mano y logra meterla en su bolsillo, cierta angustia, un vaivén de acción y una desesperación mutua por guardar la carta, tras hacerlo se vuelven a abrazar, este abrazo es muy diferente al primero, es el mismo traje, el mismo payaso, la misma mano, pero este abrazo es más fuerte e impulsivo, él nuevamente cierra los ojos, no sé si para el payaso la cabeza imaginaria de la mano cierra los ojos como él o los mantiene abiertos, esta vez el abrazo dura menos, ha sido una despedida, del otro, de él, de nadie… El pitido del tren que está por salir los ha sacado del trance, ambos muestran el dorso de la mano, retira su mano del traje que sigue colgado en escena, va hacia su maleta, se detiene, se da la vuelta para mirar el traje que ocupaba, el tren sigue llamando, alza su mano para despedirse y el traje vacío alza una manga. Si bien creo que el payaso no ha querido convencerme de que se ha engañado a sí mismo, ha hecho un truco para hacerme creer que el traje vacío tiene algo de movimiento, de vida, de voluntad, incluso sin la mano que se la dio durante algunos segundos, lo cual me hace creer que el payaso quiere que imagine que el traje ha sido poseído por alienígenas, los rusos son muy raros…

  eee

3 comentarios:

Forus. dijo...

No es hermoso el momento.?

Sin malabarista ni acrobatas ni saltimbanquis.

e dijo...

¿eh?

a veces sí, a veces no; supongo que como todo: depende.

Amanecer* dijo...

Relamente espectacular.

Buenísimo.