viernes, 9 de noviembre de 2012

Arabesco y seducción: Anglada-Camarasa en el Museo Carmen Thyssen de Málaga




En la tarde del lunes 6 de noviembre, gracias a la amable invitación de nuestra forera Emedoble, tuve el privilegio de asistir a la inauguración de la exposición temporal de Hermen Anglada-Camarasa (1871-1959) en el Museo Carmen Thyssen. Bajo el título  “Arabesco y seducción”, el Museo presenta al público más de cincuenta obras del mencionado artista, en las que podemos seguir la evolución de su trayectoria artística a través de una constante: la representación de la figura femenina, que siempre le fascinó.

En el patio renacentista del antiguo palacio de Vilallón, sede del Museo, los invitados sólo aguardamos unos minutos hasta que, puntual, se presentó la anfitriona, Carmen Thyssen. La acompañaban el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre; Elisa Durán, directora general adjunta de la Fundación “La Caixa”, de cuya Colección Anglada- Camarasa proceden la mayoría de las obras expuestas; la directora artística del Museo, Lourdes Moreno; y Silvia Pizarro Anglada-Camarasa, comisaria de la exposición y nieta del artista. Las intervenciones de todos ellos, tan breves como cálidas, consiguieron que los asistentes al acto nos sintiéramos impacientes por comprobar por nosotros mismos la belleza y la singularidad de las obras que nos esperaban en las salas de la exposición.

Mientras llegaba nuestro turno para acceder a las salas, Emedoble y yo disfrutamos en el patio del exquisito aperitivo que sirvió Gorki, acompañado de vinos deliciosos y rematado con milhojas de crema y merengues tostados. Más que un aperitivo, fue una abundante cena fría: un preámbulo perfecto para luego disfrutar del arte, sin que el estómago tuviera ya motivos para rebelarse. Y cuando llegó el momento, no quedamos defraudadas.



La primera sección de la exposición, “La sugestión del desnudo”, ofrece dibujos y óleos que representan el cuerpo femenino, destacando sus tonos oscuros sobre los muros pálidos, de un blanco cremoso. Entre ellos, el óleo sobre tabla titulado “Salomé” me cautivó, por parecerme una obra de dificilísima ejecución. Emedoble, por su parte, se sintió conmovida por los esbozos a carboncillo, llamando mi atención sobre cómo en algunos de ellos se observaba el papel recortado y pegado; no sabemos qué anotaciones, qué trazos habría querido ocultar el pintor con tan curiosa técnica.



A continuación, en “Retratos y nocturnos de París”, nos sumergimos en la vida bohemia de la belle époque, donde la figura de la mujer se estiliza, se viste de telas brillantes y se toca con los sombreros imposibles de las cocottes representadas en el óleo “Mur céramique”; o se envuelve en un blanco fantasmagórico sobre el fondo de un jardín en sombras, como hace la dama de “Le paon blanc”.



La sección titulada “El esplendor de la mujer” es exactamente eso: espléndida. Me fascinó la precisión, y al mismo tiempo el carácter etéreo, con que el artista había captado el brillo del nácar en el abanico de una valenciana. Me sobrecogió la mirada de la imponente ““Sibila”.”, que parecía seguirnos a Emedoble y a mí en nuestro deambular por la sala, destacando sus tonos verdosos sobre el muro de color violeta: otro gran acierto del montaje, como también lo es la perfecta iluminación de las obras. Me encantó la elegancia de los retratos de la duquesa de Dúrcal y de Marianne Willumsen. Me quedé prendada de la belleza andrógina del torerillo representado en “El ídolo”, y Emedoble me hizo ver el contraste de aquel rostro delicado con las manos indudablemente masculinas, callosas, de campesino. Y admiré sin reservas el cuadro estrella de la exposición: el retrato de Adelina del Carril de Güiraldes, donde la esbelta figura femenina se posa como un delicado pájaro entre las ramas de un árbol, en medio de un paisaje de calas y pinos que bien podría ser mallorquín (el pintor se instaló en la isla entre 1914 y 1936, etapa a la que pertenece este cuadro).



Cierra la exposición “La pasión por la danza”, que rezuma toda la sensualidad y el tipismo del flamenco. Escenas de zambra en un entorno que recuerda el Albayzín granadino, cuerpos de mujer que se retuercen en posturas imposibles llevados por el éxtasis del baile… y junto a estas escenas raciales, apasionadas, un guiño a la danza moderna en la figura de la gran Tórtola Valencia, todo un icono de su época.

“Anglada-Camarasa: Arabesco y seducción” estará en el Museo Carmen Thyssen de Málaga hasta el 31 de marzo de 2013. Si os acercáis por aquí, no os la perdáis. 

Sue Storm

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué tarde tan bonita, Sue. Muchas gracias por compartirlo y también gracias a emedoble.